¿Quién es el satélite en este breve libro de versos? Es una madre que mira a su hijo, su planeta, y asombrada orbita alrededor de él, pero también se aleja de su influjo irresistible. Una madre insomne, con jaqueca, que no disimula la gloria y el agobio de la maternidad, pero tampoco la exhibe como una medalla, un mérito, un trofeo. El hijo, simplemente, inventa el mundo y crea de la nada una lengua nueva, incluso con su propio alfabeto y con palabras nunca antes dichas por nadie. La madre apunta lo que ve, lo que oye, lo que siente de gozo, dolor, asombro, nostalgia, aburrimiento. Jamás es cursi, nunca condescendiente. Tampoco puede ser insensible porque tiene el deber más delicado y difícil de todos los poetas: sentir por los demás y llegar hasta el fondo de las cosas, registrar su más imperceptible temblor, su última luz o latido, y encontrar la manera de decirlas con exactitud, con belleza sin dobleces, como quien las descubre.
La poesía de Manuela Gómez es delicada y cierta, es verdadera. En su verdad puede llegar a ser risueña, irónica, dura, pero nunca despiadada, pues su dureza es la sinceridad de alguien que sabe, y vive, y se atreve a decir, y nos lo muestra, con la suave dureza de la verdad, con la ternura de quien no ama a toda hora de la misma manera, con la dicha y el sufrimiento de una de las experiencias más humanas y más profundas que existen sobre la tierra.
Texto: Héctor Abad Faciolince.
Autor: MANUELA GOMEZ
Precio:
$45,000